Violencia vicaria: el silencio que asfixia

Violencia vicaria: el silencio que asfixia

La violencia vicaria es una de las expresiones más crueles de la violencia de género. Encarni Quesada, trabajadora social experta en violencia de género, lo describe sin eufemismos: “Es el golpe que no recibes directamente, pero que te atraviesa igual y algunos incluso acaban en asesinato. Es utilizar a los hijos y a las hijas como armas de tortura psicológica para seguir controlando y castigando a las madres”. Este tipo de violencia, que algunos aún intentan minimizar, tiene consecuencias devastadoras tanto para las madres como para los menores.

Quesada señala que los niños y niñas expuestos a la violencia vicaria cargan con cicatrices invisibles, como ansiedad, depresión y un miedo constante. “Estas víctimas crecen en un ambiente envenenado por el abuso”, explica. Y critica que, a menudo, las instituciones llegan tarde y mal. “Faltan recursos, faltan profesionales capacitados, y sobre todo, falta voluntad política para proteger a estas víctimas”, denuncia.

Para las madres, la violencia vicaria es una continuación del infierno que creían haber dejado atrás. “Es una forma de mantener el control, de castigar por haber escapado”, asegura Quesada. Estas mujeres necesitan más que palabras de apoyo; necesitan acción. “Se requieren programas específicos, terapias accesibles y un sistema judicial que no las revictimize”, añade.

El impacto emocional de la violencia vicaria no termina cuando cesa el abuso directo. “La culpa y la impotencia son sentimientos recurrentes en las madres, quienes se sienten responsables por el sufrimiento de sus hijos e hijas”, apunta Quesada. Esta carga emocional perpetúa el ciclo de dolor, dificultando el proceso de recuperación y reintegración a una vida segura y estable.

Desde el Colegio Oficial de Trabajo Social de Granada, hacemos un llamamiento urgente para que se reconozca la gravedad de la violencia vicaria. No podemos permitir que las víctimas sigan sufriendo en silencio mientras el sistema les da la espalda. Es hora de que el silencio que asfixia se transforme en un grito de justicia y protección.